lunes, 13 de marzo de 2017

No fue gran cosa

En el capítulo «Z de zenit» de Amor, curiosidad, prozac y dudas (endecasílabo simpático) --yo concibo esa novela como un edificio monumental, una fachada extraordinaria y, al interior, el espacio pésimamente aprovechado--, Cristina cuenta: Uno de estos chicos me contó en la barra, entre cubata y cubata, las dos grandes tragedias de su vida: una novia que le había dejado y un atraco que había sufrido en la Gran Vía. Ella minimiza estas tragedias al compararlas con las propias y así el pobre chico aparece como un pusilánime: desarmado ante el primer golpe de su vida, puesto que nadie le había curtido en una batalla previa, puesto que nadie se había encargado de hacerle resistente a la frustración. Nadie le había advertido de que en la vida, por una cuestión de simple estadística, le tocaría, una vez al menos, enfrentarse a un desamor, y a un accidente de coche, y a un amigo desleal, y que todo el dinero y el amor de sus padres no iban a poder evitar lo inevitable.

Yo sufrí el atraco correspondiente hace seis meses. No llegó a ser una tragedia. Pero ha sido hasta ahora la tercera peor noche de mi vida.

Ninguna advertencia sobre la maldad humana se acerca siquiera al horror de encararse con ella. Me gustaría escribir aquí que sentí compasión por quienes me raptaron, es decir, me gustaría escribirlo y que fuera verdad. Pero todo lo que había entonces y mucho de lo que hay ahora es nada más que confusión. Dado que sobreviví, no fue gran cosa.

Me persuado a mí misma de la conveniencia de la lección: hay gente acechando por ahí, dispuesta a lanzarse al primer descuido y que no escatima en crueldades. «¡Ojalá que se mueran!» dijo Alfonso cuando le conté todo. Me pareció tan tierno. ¡Si todos vamos a morir...! No, que vivan, que vivan muchos años... Pero lo único que me conforta de veras es que tardé treinta años en enterarme de este infortunio. Antes de eso, ningún golpe serio, ninguna batalla previa, ni siquiera un acercamiento con la auténtica miseria humana. Supongo que he sido afortunada. En fin, todo esto para intentar explicar(me) el largo silencio y procurar pasar a otra cosa.

miércoles, 17 de agosto de 2016

Aunque filósofo


«Poeta ayer, hoy triste y pobre
filósofo trasnochado,
tengo en monedas de cobre
el oro de ayer cambiado».



Vaya esta entrada a manera de procrastinación (como siempre). Tengo que escribir sobre el valor de la enseñanza del español en la actualidad. Y se me antoja que es un temita del que no se puede, o mejor, del que yo no puedo decir nada interesante. En el colmo de mis males, lo primero que se me viene a la mente es el Wovon man nicht sprechen kann, darüber muß man schweigen de Wittgenstein. ¡Dios guarde la hora!

Ayer terminé de leer una edición preciosa (Hachette - BnF) de Madame Bovary y me fascina el vilipendio de los filósofos en la novela decimonónica. Flaubert lo hace con vitriolo, pero idéntica actitud se puede encontrar en Tolstoi, en Walter Pater (tan caro a nuestro Pedro Henríquez Ureña), en Clarín o en Galdós. Voltaire se adelantó un siglo con su Candide. Bueno, también podríamos retroceder hasta Las nubes de Aristófanes. En México, Payno lo intenta, pero hay que esperar hasta el s. XX para que Reyes se mofe en sus cuentos-ensayo de los fenomenólogos y Torri haga lo propio en sus aforismos. Pensando en esto he venido a concluir que la sátira demanda tanto conocimiento como dolor (es decir, amor) de aquello que se satiriza.

Bien que philosophe, M. Homais respectait les morts dice el narrador de Madame Bovary hacia el final de la novela. ¿Con quién se juntaba M. Flaubert? ¿¡Qué les sabía a los filósofos!?

Volviendo a Voltaire... ¡qué honor para Leibniz ser parodiado en esa pieza maestra que es Candide! De haberlo leído, seguro que Gottfried Wilhelm diría algo como: "es que claro, vivimos en el mejor de los mundos posibles".

Qué fastido; mi café se ha enfriado.

martes, 19 de julio de 2016

También la filosofía

No parece que mi formación filológica vaya a llegar a buen puerto...
En otro asunto, estoy engolosinada con Vagliate ogni cosa, trattenete ciò che è buono, una entrevista de Angelo Scola a Hans Urs von Balthasar. Es lo más emocionante que he leído en mucho tiempo. Y nada, que se escribe siempre con el deseo y también la filosofía, incluso si la firma un teólogo jesuita, es un juego.

domingo, 3 de julio de 2016

No es el tiempo


«Ah, no es el tiempo –dirá después, cuando abra la puerta– ni siquiera el miedo, el único aparato de medida que tiene la conciencia; es la falta de otra cosa lo que le hace ser algo. Es la falta de otra cosa...»

Juan Benet, Volverás a Región

viernes, 1 de julio de 2016

Pane al pane


Capire l'antifona. (Estoy desempolvando mi italiano.) Apenas ayer decía "aprovecha el día, no confíes en el mañana" y hoy ya tengo planes para el próximo año; por si sigo aquí. Qué risa me doy.

Estas fotografías son de mi amiga Eli, me han gustado mucho y me han hecho recordar un fragmento de Muerte de un instalador de Álvaro Enrigue: 

Al día siguiente Brumell anotó en su cuaderno

El teatro iberoamericano --sea experimental o de cabaret-- sigue una pauta única, tal vez originada en el Auto Sacramental: primero todos gritan, luego todos se encueran, al final crucifican a alguien. El orden se puede afectar sin alterar el producto, igual que en las fiestas.


Il fuoco nel forno

Il pane

Demoni danzanti


jueves, 30 de junio de 2016

El evento





Os cuento brevemente:

El viernes de la semana pasada, día de mi santo, estaba desayunando en uno de mis cafés favoritos en Toluca y con la mejor compañía. Salí a responder una llamada, de repente una mancha oscura invadió mi visión y sentí que me desvanecía. Desperté al otro lado de la acera, en el suelo, con gente a mi alrededor haciéndome muchas preguntas. Acabé con las rodillas molidas, cuatro puntadas en el labio y golpes en la cara.

Los testigos dicen que atravesé la calle con el semáforo en verde, pero esa ya no era yo; yo no haría eso. También dicen que convulsioné.

Luego de varias tomografías desde todas las perspectivas posibles, se ha concluido que no tengo nada mortal o incapacitante. Queda por descartar o confirmar epilepsia, pero el neurólogo dice que una epilepsia "ya es lo de menos".

El asunto se quedará como un gran misterio sin resolver si la epilepsia no se confirma. Y para confirmarse no basta con que el estudio dé positivo, sino que "el evento" (término más o menos técnico con que, quienes saben, designan a lo que sea que me pasó; a mí me suena como a la epojé de Husserl o la nada en Sartre) tendría que repetirse. Me fastidian los misterios sin resolver; pero me encantaría que nunca más se repitiera.

Estoy bien. Pasado mañana será mi cumpleaños. Llevo siete días sin café... Me acababa de tomar la última taza de café justo antes del "evento" y la vomité enseguida. Mi buena fortuna me abruma y me esfuerzo por no sufrir a causa de las muchas pequeñas cosas que hacen la vida.

Intento consolarme: no bebo café, pero leo libros; no bebo café, pero escucho música; no bebo café, pero tengo amigos; no bebo café, pero estoy viva. No me está resultando sencillo. Con todo, mi hipocondría (que no era poca) se ha acentuado.

He sentido terror ante lo discapacitante que esto pudiera llegar a ser. Ya pasó lo peor. Aprecio mucho el modo en que fui auxiliada. Todos fueron extremadamente diligentes y me he sentido muy amada estos días.

Uno de los médicos que me revisó, comentó que todos tenemos derecho a convulsionar una vez en la vida sin ton ni son. ¿No es lindo? Concede a cualquier cerebro el derecho de desconectarse un momento. Pero es que yo por eso estudio Literatura... ¿Por qué mi cerebro no se conforma?

Si todo va bien, me esperan seis semanas de encierro. Mi cara está estrenando piel y me han advertido que si la expongo al sol, cuando menos, se manchará, pero se puede hasta quemar. Además me recomiendan no ir sola a ningún lado, así que prefiero quedarme donde estoy y me hago la ilusión de que seis semanas bien dispuestas pueden ser muy productivas.

Después del café, lo que más echo en falta es ir por ahí con mi cámara desenfundada. Es verano en mi hemisferio. Carpe diem quam minimum credula postero ¡y nunca mejor dicho!

miércoles, 25 de mayo de 2016

Salud, mata y escribe




Madison, Wisconsin, 14 de septiembre de 1966

Mi querido Ricardo:

Aprovecho este día en que tengo máquina para escribirles de nuevo. He estado muy deprimida, pero me he dado cuenta de que no más que en México y de que mis depresiones no alcanzan hasta el punto de una crisis porque no tengo ni estímulos suficientes ni público. Eso es bueno, aunque no sé si este tipo de conocimientos podré aplicarlo en otras circunstancias, es decir, allá.

Duermo mal. Me doy cuenta de que me estoy saboteando y he decidido no hacerme ningún caso ni tenerle miedo al insomnio. Que no puedo dormir, pues leo. Me dan las dos o las tres de la mañana apagando y encendiendo la luz y por fin caigo en un sueño ligero y lleno de pesadillas. Todas conectadas con la Universidad, con actos de violencia. Por ejemplo, soñé que a Alicia Pardo iban a degradarla de no sé qué manera y tenía que atravear entre una fila de gente, para humillarla. Entonces me puse junto a ella para atravesar las dos y ser humilladas.

A esas altas horas de la noche me preocupo porque se fue María, porque Gabriel tiene gripa y se puede enfermar, porque pueden suceder tantas desgracias. Luego me doy cuenta de que lo único que estoy haciendo es sacar el bulto a mi verdadero problema, al que me tengo que enfrentar ahora sin ningún paliativo y sin ningún pretexto: ¿soy o no soy una escritora? ¿Puedo escribir? ¿Qué? Como preparar las clases me lleva mucho tiempo, voy a dedicar los fines de semana a eso, en serio. A ver qué pasa. Si no lo soy no me voy a morir por eso.

(...)

Como decía el verso de Vallejo: "Salud, mata y escribe".

Te quiero mucho y quisiera que el precio de esta intoxicación no fuera tanta soledad y tanta distancia. Pero hay que pagar lo que vale la pena. Este viaje será para bien, te lo prometo.


Rosario
© Todo en el fragmento
Maira Gall